Invado este laberinto de
palabras
que me habita
cuando escribo
dentro de un gerundio
particular
lleno de conjunciones
retóricas
en el azar infinito.
Nada existe en el paraíso
desierto
donde mi lengua
devora la hipérbole silábica
que me atraviesa en sonrisas
cada noche.
Abismales las sustancias
planetarias
que me envuelven
mientras escribo latiendo,
como errante silabaría,
en mi idioma poético.
La otredad se retracta en mis
espejos,
cristales blancos
entre tanta polvadera lunar
y de a poco me voy volviendo
ocre
en mis miradas
difusas.
Resuelvo llamarme con mi
propia voz,
me nombro en el lenguaje
donde soy palabra viva
que viaja por continentes
inciertos
de tanto mirar.